El pasado 27 de Marzo fallecía Antonio, en un Geriátrico de A Coruña, sin padecer Covid-19. Por las normas, los últimos días no pudo ser visitado por su familia. Sus hijos sólo pudieron verle y hablarle, aunque él ya no respondía, a través de un móvil y gracias a la buena disponibilidad de las auxiliares que le cuidaban. Una llamada de madrugada: “Tu padre ha fallecido”. No hubo velatorio. No hubo reconocimiento del cadáver. No hubo más que una urna con cenizas. Es duro, muy duro.
Compartimos algunas de las reflexiones de D. José Carlos Bermejo, Director del Centro de Humanización de la Salud San Camilo de Tres Cantos (Madrid) y uno de los máximos referentes nacionales e internacionales en acompañamiento en Duelo, publicadas en la revista Ecclesia 4027, sobre la situación que estamos viviendo:
“(…) Y ahora nos vemos privados de esta clave de oro del amor: la presencia en el morir (…) La ausencia de ritos y solidaridad en los primeros momentos de duelo es otra variable del sufrimiento que puede dificultar el trabajo de elaboración del dolor por la pérdida de un ser querido (…) no poder estar al final y en lo que rodea el morir, tanto antes de que se produzca, como después, es un factor que puede aumentar la vulnerabilidad al duelo complicado. La ausencia impide no solo el contacto físico, sino que en ocasiones impide la expresión directa de claves de cierre, como es darse las gracias, pedir perdón, verificar visiblemente el dolor de la separación, contemplar la naturaleza de la muerte como proceso, levantar acta de la verdad impuesta por la naturaleza, que es la transformación del ser vivo en cadáver (…) Lo importante es impedir que la valoración de esta ausencia sea solo negativa, puesto que se puede leer también como un acto de amor a la salud propia y de la comunidad. Lo importante es tener el coraje de pedir ayuda con naturalidad a referentes expertos en el acompañamiento en duelo complicado, como los Centros de Escucha San Camilo (…)”.
Centro de Escucha San Camilo Pontevedra