Entendemos por duelo ese proceso natural en el que se entra de manera espontánea, tras sufrir una pérdida significativa. Su vivencia propicia una serie de pensamientos, emociones y comportamientos individuales y únicos, definidos en gran medida por la estructura de personalidad de cada persona.
El duelo cuando llega, provoca un desequilibrio vital tan potente, que requerirá de un proceso sumamente activo por parte del doliente. Dicho proceso habrá de conllevar una respuesta global, puesto que la ruptura del vínculo psicoemocional suele tener repercusiones en todas las dimensiones: física, psíquica, emocional, espiritual y social, y en la mayoría de los ámbitos de vida: familia, amigos, trabajo, ocio, rutina, etc.
La forma de dar respuesta a un duelo va a depender de muchos factores: personalidad, salud física y mental, apoyo afectivo, social, etc., de entre todos ellos, la edad, también determinará en gran medida la forma de vivir la ausencia. Mientras que los niños o adolescentes, en términos generales, lo van aprendiendo a afrontar mientras se descubren a sí mismos, las personas mayores suelen recurrir al repertorio emocional y conductual ya aprendido y enraizado.
El hecho en sí de que este repertorio se haya estado repitiendo toda una vida, no significa que sea el más adecuado. A veces repetimos esquemas durante años, porque son los que conocemos, sin reparar en el alto coste psicológico y/o físico que nos pueda estar suponiendo. No obstante, esto no suele ser lo habitual, las estrategias de afrontamiento que perduran durante tantos años, sin caer en trastornos de personalidad, suelen ser eficientes en suma medida.
A esta característica se unen otras, que definirán y darán encuadre a la forma de ayudar a la persona en su duelo. El sentimiento de vida hecha, de no ser ya necesario para los suyos, la pérdida de muchos de sus iguales, a veces la pareja, la precaria salud en muchas ocasiones, la soledad, son algunas barreras que condicionarán el camino de afrontamiento de la ausencia.
Por otro lado, el hecho de que haya una experiencia de vida, el haber puesto a prueba estrategias y haber vivido la sensación de superación de problemas y duros momentos, de sentirse capaz, en muchos casos va desarrollando un rasgo resiliente que termina formando parte de la propia personalidad y determinando la forma de estar en el mundo. Quizás sea por ello que el índice de duelo patológico es muy reducido en el anciano. Una gran parte de las personas mayores que entran en duelo, buscan recursos y terminan hallando las fuerzas y capacidades necesarias para reponerse de su nueva pérdida.
Ayudar a una persona mayor en duelo se configura por tanto en un alentador reto, que nos demanda un exigente ejercicio de empatía para acoger un presente que trae consigo el gran peso del pasado. Abordar en toda su plenitud una vida entera, llena de detalles sumamente significativos, que quizás el tiempo ha borrado del consciente pero que han marcado y construido la persona que hoy es y se presenta ante nosotros.
Acoger a una persona mayor en duelo significa hacer un viaje, recorrer una historia que en gran parte también es la nuestra, la de nuestros padres y abuelos, la que marcó nuestro carácter y educación.
Al estar ante el mayor en duelo, el tiempo cobra otra dimensión, se enlentece y al mismo tiempo se percibe su fugacidad. Esa fugacidad presente que tan bien expresaría el poeta Virgilio hace cientos de años: "Tempus fugit, sed fugit interea, fugit irreparable tempus" (El tiempo vuela, pero mientras tanto es insustituible) como insustituible es cuanto aprendizaje nos deja.
Estar al lado del mayor cuando sufre, cuando nuevamente pierde, cuando otra parte de si mismo se desprende, requiere una mirada generosa, compasiva, creativa, porque el afrontar esa pérdida condensa cada uno de los aprendizajes obtenidos de tantas pérdidas anteriores, de cada vivencia difícil y de cada renuncia a la que se ha tenido que hacer frente para seguir adelante, para seguir sintiendo, y en definitiva para seguir teniendo capacidad de amar la propia existencia.
Recordamos que el Centro de Escucha San Camilo ofrece atención especializada de intervención en duelo y es gratuita. Solo es necesario solicitar cita previa en el teléfono 652 38 53 32 o el correo electrónico centrodeescuchapontevedra@gmail.com
Fuente: Artículo de Marisa Magaña, directora del Centro de Escucha San Camilo del Centro de Humanización de la Salud, publicado en www.humanizar.es